La radiactividad tiene un número considerable de aplicaciones en ciencia y tecnología. Gracias a los radioisótopos es posible “observar” el interior del cuerpo humano. Un radioisótopo es un elemento radiactivo cuyo recorrido y fijación en alguna zona de nuestro cuerpo es seguir gracias a las radiaciones que emite. El yodo-131, por ejemplo, sustituye al yodo no radiactivo que hay en el tiroides y nos suministra información sobre su funcionamiento. En química nos proporciona datos sobre el transcurso de las reacciones químicas. En biología se emplea para el estudio de metabolismos, y en medicina se emplea para el tratamiento de tumores cancerosos. En metalurgia, el empleo de cobalto-60 permite obtener verdaderas radiografías de piezas metálicas. Se emplea en geología y arqueología para la datación de fósiles, terrenos, etc., por el método del carbono-14.
En cuanto a los aparatos de mediada, están basados en alguno de los efectos que producen: ionización de gases, luminiscencia, ennegrecimiento de placas fotográficas. Al primer tipo pertenecen los contadores proporcionales, al segundo, los contadores de centelleo, y al tercero, los dosímetros de película fotográfica, que detectan el tipo de radiación.